Hambre
by Redacción Web |
Bienvenidos sean a Líneas de Libertad, un espacio que pretende ser lo suficientemente acogedor para los amantes de la libertad y lo suficientemente incómodo para quienes no les es tan correcto.
Mi nombre es Elena Toledo, tengo 40 años y soy soltera, no tengo hijos. Esta presentación tiene un sentido en el tema que hablaremos en esta primera columna, especialmente por “no tener hijos”. Y es que a pesar de esto, desarrollé la habilidad de reconocer cuando el llanto de un bebé es por hambre y no por otra necesidad. Pero no solo esa hambre de que pasó la hora de su biberón o papilla, sino hambre de esa que cala los huesos y “pega el estómago”; esa que vive gran parte de la población hondureña en condición de pobreza extrema.
Haber tomado un año sabático hace alrededor de 22 años en una de las zonas con más hambre, hacinamiento, drogas, y prostitución de San Pedro Sula, me llevó a enfrentarme con el hambre más cruda, y comprender que la desnutrición lleva a consecuencias mucho más profundas y generacionales de las que podemos ver en una imagen conmovedora como las que suelen haber en redes sociales haciendo alusión a África. Sin embargo, este fenómeno sucede a unas cuadras de nuestras casas en Honduras.
El hambre en Honduras es más que un dato. Sin embargo, es importante poner cifras en este contexto para poder dimensionar y es que solo en los últimos 30 días 5 de cada 10 hondureños sufrieron de hambre, para ser más exacta el 52 % de la población, según sondeo realizado por CID Gallup.
La mitad de la población del país sufre hambre, y esto es superior al 35 % que se estima vive en pobreza extrema, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Así que es probablemente la pobreza extrema, aunque a la clase política le incomode reconocerlo, sea actualmente ya muy superior a ese tercio de la población.
Y si queremos seguir entendiendo la tragedia, podemos agregar que Honduras está considerado el país más vulnerable en tema de efectos del cambio climático que tiene un impacto directo en la seguridad alimentaria en donde nuestro país también es de los mayores problemas en Latinoamérica. Según la FAO el 4,9 millones de hondureños sufren inseguridad alimentaria: la mitad de la población.
Todos estos datos nos indican que el factor educativo en Honduras va más allá de clases en las escuelas, parte de una alimentación carente en la mitad de los hogares de nuestro país, lo que a su vez impacta al menor desde que está en el vientre de su madre, y que eventualmente le hará difícil la asimilación de conocimientos.
También en un sistema público de salud colapsado e ineficiente vemos afectada la salud de los ciudadanos al no tener los nutrientes mínimos para poder enfrentar enfermedades comunes que se complican y vuelven cuadros crónicos, y que agudizan aún más la situación ya de por sí precaria que viven en el día a día alrededor del 70% de los hondureños viviendo en pobreza.
La alimentación es la base de la funcionalidad del ser humano, y el politizado Estado de Honduras falla a sus ciudadanos con la implementación de políticas públicas erradas, sobre regulación, la falta de libertad económica, que convierten a nuestra ciudadanía en dependiente de “bolsas solidarias” que lejos de ser una ayuda, suenan a humillación ya que lo que la mayoría de las personas en Honduras piden es facilidad para poder por ellos mismos crear su bienestar.
Duele y compromete que 22 años después nada ha cambiado en Honduras, que seguiré tristemente identificando ese llanto agudo de hambre y que esta situación seguirá siendo cada vez más frecuente hasta que tengamos gobernantes que sean más humanos y menos políticos.